18/11/09

La Web en Movimiento

Mentiras Verdaderas o Falta de información. Las construcciones del miedo en la formación de la opinión pública.

“Somos actores. Queremos actuar.” Era la consigna que el gremio de actores levantó en el año 2000 contra el avance de los talk shows que les quitaba trabajo. La moda pasó, y los actores han vuelto a su ocupación, que es sumergirse en ficciones, hacerlas verosímiles (que no es lo mismo que verdaderas) y transmitirlas.
Acabo de ver una de esas ficciones, un video exquisitamente realizado, que circula profusamente por mails y está en Youtube, en el que figuras prestigiosas recitan con convicción y un arsenal de efectos, textos breves y contundentes contra la minería.
El trabajo fue encarado a conciencia, los textos fueron estudiados y transmitidos con énfasis y buena dicción. No es trabajo del actor verificar la veracidad de lo que dicen. Cuando Shakespeare en Julio César menciona que en la calle un reloj da las tres, no reparó que en la antigua Roma no se habían inventado aún esos relojes. Quienes representen ese texto no tienen la obligación (pueden hacerlo, de todas maneras) de enderezar ese error o anacronismo del autor.
Del mismo modo, tampoco está obligada la actriz a constatar si es verdad cuando asegura que en Andalgalá los casos de cáncer aumentaron un 800%. Ese “dato” fue inventado hace ya varios años, y desde ese momento se viene repitiendo como si fuera una gran verdad. ¿Qué estadística se está manejando? ¿De ser cierta, no es una información que merecería difusión mundial?
Otros actores, fuertemente motivados, advierten que, de extraer uranio, quedaremos todos convertidos en una masa informe de carne mutilada. En la realidad, cualquier geólogo puede informarnos que el uranio es un mineral que se encuentra en la tierra en forma natural. Lo que podría llegar a producir horrendas malformaciones es una explosión de energía nuclear, que puede ser deliberada -como el fantasma escalofriante de Hiroshima- o puede ser accidental -como el tristemente célebre caso de Chernobyl-. Pero el uranio en sí es tan inocente como, por ejemplo, la glicerina. Con la glicerina se puede fabricar nitroglicerina, pero la glicerina en sí no es dañina.
¡Y el cianuro! ¡Qué palabra tan seductora! Tanto que varios actores la repiten como una letanía. Remite a paradigmas tan inquietantes como los Borgia o nuestra legendaria Yiya Murano. Resulta que la minería usa cianuro para la lixiviación de los metales, y ellos aseguran que ese veneno -luego de usarse- es arrojado insensiblemente a los cursos de agua naturales, intoxicando a poblaciones enteras. Este momento es de una gran intensidad dramática, y produce el efecto buscado: da miedo. La necesaria elipsis deja de lado algunos detalles: la minería no es la única industria que utiliza cianuro en sus procesos; tampoco el cianuro es la única metodología para separar los metales de la roca (o sea, lixiviar); los controles ambientales que exigen los organismos financieros internacionales son de una exigencia tan rigurosa que si las empresas no las cumplen les cortan el crédito; la actividad minera está regida por una ley ambiental nacional, y tantos etcéteras más que resulta más práctico no hablar de eso porque -con todos esos condicionamientos- se pierde el impacto comunicacional buscado.
Vinculado al tema aparecen también los temibles diques de cola, que según afirma otro de los actores con total seguridad, se fracturan y vuelcan su contenido letal a tierras y aguas. Negarse a construir diques de cola porque se fracturan es tan sensato como oponerse a construir edificios porque se derrumban, o aviones porque se estrellan. (Y ambos accidentes con una frecuencia estadística mucho mayor.)
Trascartón, el agua, el tema dominante de los últimos tiempos. Parecen estar todos muy convencidos de que millones de litros de agua son dilapidados en zonas semidesérticas para lixiviar los metales, condenando a morir de sed a pobladores, animales y cultivos. Si hubieran buscado asesoramiento, se habrían informado que las normas ambientales para el uso del agua establecen rígidos controles que obligan, por ejemplo, ante un déficit natural a respetar prioridades en un orden que coloca a la minería detrás de las necesidades de la población, el riego de los cultivos y el uso industrial. En San Juan, el uso previsto de agua para la explotación en Veladero, Gualcamayo, Pascua-Lama, Casposo y Pachón, es de 1.200 litros por segundo, mientras que el consumo agrícola en todo San Juan es de 168.077 litros por segundo; es decir, que esas minas van a usar apenas el 0,714 por ciento del consumo agrícola.
Al hablar del agua, inevitablemente se precipita un lugar muy común en estos planteos, que es compararla con el oro. Nadie podrá negar que el agua sea mucho más valiosa para la vida que el oro. Pero lo que siempre se omite, seguramente por carecer de una información más actualizada, que el oro -aparte de su universal y paradigmática representación de la riqueza- tiene innumerables aplicaciones industriales y medicinales que van más allá del uso suntuario en anillos de boda y joyas varias.
No falta el momento en el que otro intérprete, indignado, acota: “Negocios millonarios de unos pocos. Al pueblo argentino no le queda absolutamente nada.” Esta aseveración es fácil de decir, y también fácil de creer, teniendo en cuenta nuestra historia. Y la economía, como cualquier ciencia social, presenta argumentos que son siempre opinables. Pero saber que la minería aporta al Impuesto a las Ganancias el 17 por ciento de sus ventas, contra el 3 por ciento, por ejemplo, de la agricultura, relativiza esa “envidiable” certeza que lleva a afirmar que “al pueblo argentino no le queda absolutamente nada”.
Decíamos al principio que el trabajo de los actores es más que nada hacer verosímiles las ficciones. Es decir, que parezcan verdaderas, que el público las considere reales, que suenen creíbles. Estos actores se han prestado una vez más a poner cara y voz a ficciones para que sean verosímiles. De ahí a la verdad hay un trecho lo suficientemente grande como para exceder su compromiso y obligación.
Hasta ahí llegó su cometido. El debate que deberíamos encarar seriamente todos los argentinos está todavía por empezar. Para separar verdades de mitos populares, verificaciones legales de sospechas y suposiciones, rumores de hechos comprobados. Es hora de abandonar el cómodo territorio inmaduro y mágico de los relatos infantiles, y entrar decididos a una madurez realista y sensata.

Alejandro Frascara
Sociólogo y Consultor de Empresas

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor de la nota y no son necesariamente compartidas por Minería en Santa Cruz.

2 comentarios:

  1. Me parecio interesante tu video, la verdad que me entere de cosas que, sinceramente, desconocia. Lo bueno es saber que cada vez mas gente esta informandose sobre el mal uso y lo perjuicial que resulta la explotacion minera.

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  2. Espero que también hayas tenido tiempo para leer la nota.
    La idea general es poder tener una mirada crítica. Creemos que es necesario compatibilizar los intereses mineros y ambientalistas en beneficio de una sociedad mejor para todos. Por eso intentamos mostrar la infinidad de campanas sonantes sin olvidar de contextualizar la situación actual, tanto de reclamo como de explotación.

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